ENTRE COPA…
Pasan los minutos, más lentos cuando se espera que hagan horas. Los días no son rápidos mientras discurren, pero, cuando discurridos suman, han pasado al galope. Los meses no se muestran hasta que pasan, entonces se han ido volando. ¿Y los años? ¡Ay los años! Su velocidad no mensurable. Es muy frecuente: me parece que fue ayer ¡y han pasado cuarenta años!
Sí, así se muestra el tiempo para quienes habiendo recorrido un largo camino ya no les queda mucho por recorrer. Ni el paisaje tiene mucho que ofrecerles. Llenan entonces el tiempo… con lo que pueden. Sentados frente a frente, con la mesa de por medio, buscan la forma de prolongar la vigilia para obtener un mejor pago del sueño.
Sí, así se muestra el tiempo para quienes habiendo recorrido un largo camino ya no les queda mucho por recorrer. Ni el paisaje tiene mucho que ofrecerles. Llenan entonces el tiempo… con lo que pueden. Sentados frente a frente, con la mesa de por medio, buscan la forma de prolongar la vigilia para obtener un mejor pago del sueño.
El viejo posa la copa sobre el mantel -¿Te sirvo otra? – le pregunta a su mujer.
-No, yo no quiero más – rechaza la viejita.
-¿A qué tienes miedo?
-No tengo miedo, pero no quiero más.
-¿Temes pasarte?
La respuesta de ella se limita a un bufido resignado.
Él afirma con rotundidad – Pues yo sí me voy a servir otra.
-Haz lo que quieras. Cuando tengas de más, comenzarás a maldecir y a dar puñetazos sobre la mesa. Pero no pienso aguantarte. Me iré derecha a la cama.
-¡Bah! – exclama desdeñoso – Si me paso es cosa mía. Se sirve con un gesto rápido que ralentiza al levantar su mano, prolongando el momento, hasta que repentinamente - ¡BLOUM! – estampa con fuerza el dos de oros sobre la mesa - ¡SIETE Y MEDIA!
Su mujer vuelve a resoplar con resignación.
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