jueves, 12 de noviembre de 2009

LO SIENTO MUCHO, PERDÓNAME

LO SIENTO MUCHO, PERDÓNAME



El sol hacía brillar la vida que se manifestaba con un abrazo capaz de llenar todos los sentidos.

Me tendí a su lado, sobre el lecho acogedor que ofrecía la joven hierba. Tomé levemente su talle para tenerla frente a mí. La miré en silencio mientras le ofrecía mis pensamientos sin palabras que los pervirtieran, sin palabras que adulteraran el rumor con que la vida les susurra a las almas. La sentí tan frágil y delicada...

La acaricié sin tocarla, temeroso de profanar su pureza. Las yemas de mis dedos recorrieron su blanca desnudez a esa sutil distancia en que es el aire el que transmite toda la intensidad de la caricia.

Cerré los ojos entonces tratando de hacer de éste un presente que lo fue hace mucho tiempo. Los sentidos percibían el mismo abrazo de la misma vida... pero ni ella ni yo éramos los mismos.

Noté las lágrimas deslizándose por mis mejillas. Una por cada pétalo que, en un gesto pueril, le fui arrancando a la margarita de aquel presente que lo fue:
¿Me quiere? sí, no, sí, no...

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