jueves, 29 de octubre de 2009

ES INÚTIL.

Y desesperante por lo mismo, por inútil. Hay quien persevera y no desespera, seguramente porque tiene un implante cerebral con la máxima: “El que persevera triunfa”.

No es mala la postura, ¡claro que no! La voluntad acerca más al triunfo que la razón. Sin embargo, la posibilidad del triunfo estará definitivamente marcada por el fin que se persigue. Algunas metas sólo serán accesibles para mentes privilegiadas, al igual que otras serán privativas de férreas voluntades. Eso en lo personal.

Lo plural es más exigente. Requiere de la sociedad la conjunción de todos los valores y, ¡además!, de una dimensión temporal adaptada a su perspectiva de vida.

Así pues, dado que la sociedad está, mayoritariamente, constituida por simples seres humanos poseídos por su egoísmo, dado el cada vez mayor consentimiento para lograr lo que sea como sea, y dado que esta generación es, por lo visto, incapaz de ver el abismo hacia el que camina, o considerando, por su parte, que el batacazo al que, ineluctablemente, ha de llevarla su desvarío no lo van a sufrir sino generaciones venideras, no vale la pena ofrecer en sacrificio horas de insomnio que no hacen sino más penosa la vigilia.

¡Pero! lamentablemente, como decían que decían en los montes, en su día, de Pelayo: “Caún ye caún”. Y el que nació delfín no puede ser atún. Por eso tú puedes leer estas palabras.

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