Lo intentó con las tres novelas de Stieg Larsson y sólo pudo, le costó bastante salvar el primer montón de páginas, con “Los hombres que odiaban a las mujeres”, con las otras dos no hubo manera, no fue capaz de calárselas. Los hechos que se van sucediendo durante el desarrollo del guión resultan de un simplismo casi infantil, pueril, y sin embargo, ahí está la trilogía, un auténtico betseller. ¿Por qué?
En tiempos pretéritos, cuando el viejito era un soñador compulsivo, no se perdía ningún episodio de la serie “Kung Fu” de David Carradine. Miraba la pantalla del televisor con los ojos achicados, los labios y los dientes apretados, mientras con muda intensidad no cesaba de repetirle al villano: “Las vas a pagar, hijoputa”, “Las vas a pagar, hijoputa”… Y el villano siempre pagaba, y lo hacía en forma tal que, al hoy viejito, le traía un goce supremo, pues la justicia no era impuesta por quien tiene a su disposición todos los atributos necesarios para que el malo sepa que su única alternativa es la huida, no, qué va, en este caso, el malo se creía que no sólo podría continuar torturando a su víctima, sino que aumentaría la satisfacción de su sadismo con la incorporación de una nueva víctima propiciatoria en la persona del que parecía un chino apazguatado. Y, entonces, el maldito hijo de puta sufría por partida doble la acción justiciera. Era físicamente castigado y aplastado su despreciable ego al ser ajusticiado por el que, él suponía, iba a ser un juguete en sus crueles manos. ¡BIEN! Por qué no será ésta la forma de desarrollarse la vida real. Qué pena.
A eso, fundamentalmente, cree el viejito que se debe el éxito de las novelas en cuestión. Por eso fue que él consiguió leer la ya mencionada, con un primer y tercer tercio para desdeñar: la salsa se haya en el devenir que se desarrolla entre Lisbeth Salander y Nils Bjurman, su pérfido tutor; la jode y la jode hasta que ¡el hijo de puta, paga!
Todo esto acude a la mente del viejito atraído por la promoción de la nueva película basada en la obra de Larsson, que le traen a colación la increíble, imposible piensa él en la vida real, habilidad de Lisbeth como hacker y los patrimonios declarados por los dirigentes del PSOE. Si él estuviera facultado, convocaría a la niña de la novela para que investigara el estado financiero de esta pobre gente, los más de ellos con tantos años de abnegado servicio al pueblo, y lo garduña que, por lo visto, se ha mostrado con ellos el susodicho. Una recompensa, sin duda, más justa recibirían si sus quehaceres acontecieran en un guión de la serie “Kung Fu” o en una novela de la saga comentada. ¡Y qué alegría tan grande recibiría el viejito al ver que cada uno sería “recompensado” conforme a sus merecimientos!
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