El dueño es el gato, eso está claro. Tiene un título de propiedad extendido por la naturaleza y ratificado por la obra cumbre de ésta -qué chapuza-, el hombre. Pero ahí están los ratones. Salvo a esos cuatro insólitos hindúes que los alimentan y veneran -nada significativo, porque para ascetas y majaretas...-, ¿a quién le hacen gracia los ratones? Bueno, pues a pesar de ser denostados y perseguidos, supuestamente, no sólo por los gatos, cada vez son más y le comen más y más terreno a los mininos y a los que no lo son.
Así son las cosas en Zapaterolandia. El egregio hombre de Estado que da nombre a este país de realidad fantástica, ha dejado, comparativamente, en dos meras partículas creativas a los, desde luego menos ilustres, Walt Disney y Joseph Barbera, pues mientras estos mimaban, uno y uno, a sus ratones protagonistas que daban caña a los gatos, nuestro prócer es un dador mimosamente millonario que intenta complacer con todos los medios a su disposición -que no suyos- a su multimillonaria y exigente población de múridos. A tal punto ha llegado el desparrame de su gracia, que ya a los ratones, nunca lo imaginaron tan gordo, lo que menos les preocupa es que al gato ande con o sin cascabel. Es uno el que ahora se pregunta: ¿Dónde coño está el gato?
Así son las cosas en Zapaterolandia. El egregio hombre de Estado que da nombre a este país de realidad fantástica, ha dejado, comparativamente, en dos meras partículas creativas a los, desde luego menos ilustres, Walt Disney y Joseph Barbera, pues mientras estos mimaban, uno y uno, a sus ratones protagonistas que daban caña a los gatos, nuestro prócer es un dador mimosamente millonario que intenta complacer con todos los medios a su disposición -que no suyos- a su multimillonaria y exigente población de múridos. A tal punto ha llegado el desparrame de su gracia, que ya a los ratones, nunca lo imaginaron tan gordo, lo que menos les preocupa es que al gato ande con o sin cascabel. Es uno el que ahora se pregunta: ¿Dónde coño está el gato?
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